Esos fueron los años de la crisis en ARGENTINA, momentos complicados y de mucha incertidumbre, días de furia y miedo pero la práctica del TAI CHI y KUNG FU ayudaron a superarlos.
Así lo entendió mucha gente que buscaba un desahogo ante tales circunstancias y encontró un cobijo en la práctica del arte marcial que enseño.
Desde el año 2002 hasta más o menos el año 2006, las clases en el parque fueron florecientes de practicantes,
habiendo períodos de clases con 30 alumnos. Suelo comparar a aquellos años con MANCHESTER de los años “80, por la cantidad de gente que solía “darse una vuelta por el parque”, sin drogas obviamente, aunque a veces venían un mes y dejaban. Por ese motivo no recuerdo todos los nombres pero sí que fueron días increíbles y siempre agradezco a quienes se sintieron atraídos por un “instructor que daba clases allá por el ROSEDAL”. Por ese apoyo brindado, MUCHAS GRACIAS.
Pero todo aquello decantó , la crisis pasó, y la gente no necesitó más lo que yo ofrecía. Todo volvió a su cauce normal
y se consolidó un grupo de 20 personas que realmente tenían claro que el arte marcial es mucho más que una simple descarga ante los avatares de nuestra política gubernamental y realidad económica. Es cierto también que nunca fui demasiado condescendiente con el alumnado porque considero que la clase es como estar en un combate (es un ARTE MARCIAL al fin y al cabo). Y eso sin dudas ha chocado. Pero quisiera que quede clara mi intención: que hagan catarsis de sus conflictos, reconociendo habilidades, fortaleza de cuerpo, mente y espíritu, y sacando a flor de piel sus furias y enojos para luego andar por la vida livianos, sin tanta carga mental sobre su cabeza y su cuerpo. Esas cargas, de no sacarse de encima, se manifiestan muchas veces en malestares y enfermedades.
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