Era un anciano Lama y su joven pupilo. Vivían en un apartado y minúsculo santuario.
El monje era un verdadero desastre y, por su falta de atención, realizaba las actividades indolentemente y con ninguna precisión. El tiempo pasaba, pero el Lama nada le decía, aunque se daba perfecta cuenta de la negligencia del monje.
Como era un pequeño monasterio y sólo había un cuarto, los dos dormían en la misma habitación.
El joven monje no limpiaba ni siquiera el pequeño cuarto, cada día el suelo estaba más sucio. De repente, una noche, el anciano Lama se levantó, agarró la escoba y se puso a barrer, casi de madrugada, el suelo del cuarto.
El monje se despertó y medio dormido vi lo que estaba haciendo el anciano Lama; pero se acurrucó en su almohada y volvió a dormirse. Pero a la siguiente madrugada, el Lama repitió la operación y a la siguiente otra vez y así sucesivamente, noche tras noche.
Pasaron varias semanas. Una noche, cuando el Lama abrió los ojos y se dispuso a barrer, vio que el novicio la estaba barriendo y así procedió durante la noches siguientes, hasta que el Lama le dijo:
-Querido mío, también puedes barrer de día. No es necesario que lo hagas de noche.
Desde aquel día el novicio acostumbró a asear cuidadosamente todo el pequeño monasterio.
Conclusión:
Cuando alguien haga algo mal, ponte a hacerlo bien, en lugar de perderte en censuras y/o reproches. Tal vez así reaccione: POR VERGUENZA, MIMETISMO O AMOR PROPIO.
Este cuento corto creo que es propicio para estos tiempos que corren, donde notamos que falta amor y dedicación en muchas tareas a realizar, y fundamentalmente a la falta de LEALTAD en las personas.
Pero aun actuando de la manera en que se manejó el ANCIANO LAMA, a mucha gente le falta verguenza, mimetismo y amor propio....pues entonces es preferible vago conocido que vago por conocer, y seguir haciendo el camino propio sin importar la indolencia ajena.