El Palo Borracho de la foto, cuando comencé a dar Kung Fú en el parque lindante al ROSEDAL de PALERMO, era apenas un palo de muy poco grosor con un par de ramas con hojas y cuya sombra apenas alcanzaba a cubrir a un par de personas.
Pasaron 13 años desde aquél momento y para mí es un símbolo de las cosas que me fueron sucediendo a través de los años, ya que sigue creciendo y sus ramas forman una gran copa, donde muchos pájaros tiene su refugio (hay inclusive un nido de hornero) y la sombra sirve para cubrir a los casi veinte alumnos que con una gran fuerza de voluntad se acercan a mis clases. Muchos de ellos no viven cerca del BOSQUE de PALERMO por eso hablo de la gran fuerza de voluntad que los moviliza a llegar.
Como marcado a fuego me siento por el Palo Borracho, ya que el camino que indica este noble árbol es recorrido por la fuerza de la constancia.
Todo nace, crece y pasa a otro plano de existencia, si somos conscientes de ello las cargas del cuerpo, la mente y el espíritu serán aliviadas, pudiendo disfrutar de lo bueno y no quedándonos inmóviles ante los contratiempos.
Hubo un comienzo donde sólo había un alumno y luego se fueron sumando muy de poco, en los años de crisis (2002-2004) hubo clases de 30 alumnos por clase. También alumnos que en medio de una clase decidieron irse porque no aguantaron mi manera de dar la clase y alumnos que se marcharon sin decir adiós.
Así que han sucedido muchos altos y bajos pero con la impronta y la sonrisa de siempre. Los alumnos que aun siguen son los testigos de ello.
EL PALO BORRACHO SABE.
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