El auténtico aprendizaje de un arte marcial es comparable con el recorrido de un sendero sinuoso, interminable y con muchas piedras a cada paso. El peregrino que lo transita va cuesta arriba durante largas jornadas en las que a os breves instantes de pleno sol les suceden densos nubarrones de tormenta.
Es un camino que muchos inician, pocos continúan y sólo algunos alcanzan: estos comprenden que el horizonte final es amplio y promisorio.
¿Un método? Sortear cada piedra del camino con alegría, sabiendo que las que vendrán pueden ser mayores.
Y al mirar hacia atrás no perder la memoria de cómo empezamos.
Hay quienes no comparten este criterio y piensan que el aprendizaje de un arte marcial n no debe emparentarse
con el dolor. Por el contrario, para quien lo practica la experiencia ha de ser placentera.
Una clase de artes marciales debe resultar agradable, es verdad. Pero también es verdad que sin exigencia no hay progreso. Esto implica, por lo general, derribar muros que muchas veces sondean los límites del esfuerzo físico.
Pero por la misma razón, nos permite avanzar hacia una mayor fortaleza interior, toda vez que el derribar muros significa superar barreras mentales.
En los tiempos que corren cobra cada vez más cuerpo el concepto de arte marcial social, liviano, abierto a todos.
Esta tendencia tiene algo de positivo, pues permite el acceso de personas que ante una práctica dura no tendrían posibilidades. Pero también se corre el riesgo de irse al otro extremo y convertir el arte marcial en una simple gimnasia.
Es cierto, entonces, que no debe ser penoso el camino hacia el crecimiento en un arte marcial; pero por favor, que nadie crea que va a lograr un buen dominio del arte y una evolución espiritual acorde sin impregnarse de transpiración o sin acopiarse en u haber de unos cuantos magullones.
Extractado del libro PENSAMIENTOS de un artista marcial
Autor Daniel Antonio Spinato editorial Planeta.
Cuando necesito una palabra sabia palabra acerca del entrenamiento del arte marcial y su influencia sobre la vida diaria de quién la practica, recurro a este libro.
Ante la lesión de un alumno, recuerdo las mías en mis épocas novicias y veo mi sensación de pena ante lo ocurrido, pero también noto la entereza de quién se lesionó y me digo que el arte marcial
ha dado recursos para sortear este obstáculo que la vida le ha deparado. Tanto en lo físico, como en los aspectos mental y espiritual.
La lesión de Octavio me recuerda los momentos vividos con Martín Hendler y Celeste Secos, y como fueron superando esos momentos de malestar físico.
Un gran abrazo a Octavio, y este momento será superado por la gran actitud mostrada ayer.
Y, espero, que todos los compañeros/amigos de “Octo” le brinden un pensamiento de luz para su recuperación, que sin duda será total.
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